Pero hay un gesto que nunca podriamos pasar por alto, un gesto que es capaz de hacer maravillas: el abrazo.
Si, el abrazo, tan simple como suena, encierra mil y un sensaciones escondidas a la espera de quien sepa descubrirlas. El abrazo no es solo abrazar a quien nos haga compañia, sino que es cerrar los ojos y sentir el corazón del otro golpear contra nuestro pecho, contra nuestro corazón que a la vez golpea contra el otro, escuchar esa conversación silenciosa entre ambos cuerpos, percibir el intercambio de energias, por que los sentimientos son energia. Cerrar los ojos y ser solo espíritu, ser, junto con el otro, solo uno. Confundir nuestros límites corporales y pasar a planos donde lo sentimental rige y ordena. Abrazando, podemos sentir que aunque el mundo se venga abajo, nada nos sucederá, la suma de los dos es más fuerte que cualquier otra cosa, y al menos por ese momento de union, todos los problemas parecen tener solución, nada es tan malo ni tan terrible y los dolores se dejan vencer otorgando lugar a la paz y la alegria.
Un abrazo, por más corta que sea su duración, llena el espíritu, llena el corazón y nos renueva por dentro y por fuera. Un abrazo quita el frio, el frio del espíritu y el frio interno del corazón, ese que muchas veces nuestra dura capa de orgullo no nos deja ver, pero que lo sentimos constantemente cuando estamos secos de amor.
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