10 de agosto de 2009



Se encontraban lejos uno del otro, sin embargo la distancia no les impidió amontonar sus ojos y conversar. Eran conscientes de que en esta vida, al menos en esta, no lograrían estar juntos. Lo tenían claro. Tan nítido como el intervalo de sus miradas. Habían citado un pacto entre ellos y entregarían sus almas para efectuarlo. Se amaban. Sí, se amaban seriamente, excesivamente, sutilmente. Se amaban con todo lo que incluye el verbo, con todo. Y fue ese mismo amor el que los hundía en una tregua invisible, disfrazada. Eran jóvenes y eso no interesaba, sabían que se amarían toda la vida, al menos en esta y si esta misma les impedía reproducir sus sentimientos, no encontraban motivos para continuar respirando. Sólo el amor los ayudaba a ser. Saborearon la última mirada y en ella se despidieron apasionadamente, hasta la próxima vida (si es que tienen la suerte de que exista una próxima).


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